Es bien sabido que, en los últimos años los discos de vinilo han vuelto más atractivos para las generaciones contemporáneas, convirtiéndose en verdaderos objetos icónicos.
Para ejemplificar esto, basta mencionar el éxito de la aclamada serie de 2016 Just Vinyl , creada y producida por estrellas como Mick Jagger y Martin Scorsese , en el que se narran los eventos de un disco independiente con sede en Nueva York alrededor de 1973. Esta serie es solo uno de los muchos signos de una trayectoria que le dio al vinilo un lugar muy especial dentro del panorama musical digital actual.
Sin embargo, mientras que Vinyl ha sido fuertemente influenciado por una actitud nostálgica hacia el pasado de la música, el resurgimiento del vinilo en las prácticas musicales tiene mucho menos que ver con el efecto de la nostalgia y la sensación de pérdida de una edad de oro, y mucho más con la creación de una forma muy contemporánea y alternativa de experimentar la música en la era digital. Sin duda, nuestro amor por el vinilo se entrelaza con el pasado de este objeto.
Pero su atractivo actual no es solo una cuestión de nostalgia, sino algo relacionado principalmente con las nuevas prácticas, rituales e imaginarios que se han creado en torno a este objeto especial. En parte, para contrarrestar y equilibrar el proceso de desmaterialización de la música digital. Por lo tanto, el disco de vinilo todavía está aquí para alentar nuestro deseo de una forma diferente de experimentar la música, algo alternativo a lo que hoy nos ofrecen las tecnologías, redes y plataformas musicales digitales.
Mirando cuidadosamente, la trayectoria de los discos de vinilo en la sociedad actual nos revela un camino bastante extraño. Por un lado, el regreso del disco de vinilo en la era digital podría ser sorprendente e incluso asombroso: mientras nuestro live se mueve cada vez más hacia una infraestructura digital constelada de servicios de mp3 y transmisión, teléfonos inteligentes y unidades en la nube, aplicaciones y dispositivos inalámbricos. El apego a este viejo, costoso, engorroso y frágil formato de música, podría parecer bastante extraño.
Por otro lado, este último contraste es en realidad una de las principales razones del tipo de devoción hacia este (generalmente) objeto circular negro y brillante: más nuestra relación con la música está mediada, enredada y complicada por una infraestructura digital casi desmaterializada, más nosotros reconocemos la materialidad concreta y la ritualidad encarnada de los discos de vinilo como algo capaz de producir nuevos significados, valores y sentimientos en nuestra experiencia y escucha musical.
Rechazar el modelo musical que ofrecen los medios digitales y la innovación tecnológica corporativa como la principal forma de experimentar la música grabada en la actualidad. Si bien, por un lado, el vinilo como medio podría verse como un portador neutral y transparente de contenido sonoro, es más bien un generador activo de experiencia musical, un tótem que organiza de manera específica y alternativa los espacios, culturas, valores y rituales en torno a la escucha y producción musical.
Escuchar discos de vinilo, en lugar de archivos digitales, implica una relación bastante diferente con la música como artefacto, como un objeto material que almacena no solo música sino también nuestros propios recuerdos, competencias y experiencias. La reactivación del vinilo es ante todo una cuestión de: «Redescubrimiento de compromiso, sensualidad, frescura, cuidado, ritual, rareza y experiencia auditiva específica».