19/09/2021
«Más amor y más pedagogía.
Amor a nuestro trabajo, a nuestro barrio, a los comercios de nuestro vecindario.
Pedagogía para recordarnos el poder del consumo y de las decisiones que tomamos al respecto.»
Kowalski: En primer lugar, ¿A qué fecha se remonta el origen de la Llibreria Ramón Llull y a qué impulsos de aquel momento responde?
Almudena Amador: Ramon Llull nace en el año 2003 del traspaso de la veterana librería Punto y Coma, fundada en los años ´70. Tras cuatro años trabajando allí, los propietarios decidieron cerrar por jubilación y la compramos. La alternativa era cerrar la librería y perder nuestro trabajo, así que la decisión respondió a una necesidad laboral y a la posibilidad, ilusionante, de hacer un proyecto nuevo.
¿Cómo ha resultado la evolución en todo este tiempo respecto a vuestras expectativas iniciales? ¿Habéis tenido que corregir alguno de vuestros planteamientos originales en aras de ajustaros a la ¨realidad¨?
En términos generales, siempre tenemos más ideas que recursos o tiempo para ponerlas en marcha. Esta es la principal limitación con la que tenemos que lidiar desde siempre.
Los cambios en lo que podríamos llamar “la línea editorial” han tenido más que ver con nuestra evolución como lectores e individuos que con los vaivenes del mercado o las modas.
Desde nuestro punto de vista, la librería es un espacio plural donde todo es susceptible de ser debatido y pensado, y todo puede ser interesante. Pero es inevitable (y creo que deseable) que los libreros que hay detrás de un proyecto impriman carácter sobre él y ofrezcan lo que les parezca valioso. Esa ha sido la tónica y el camino.
Dicen que cada pueblo tiene el Gobierno que se merece. ¿Crees que Valencia tiene las librerías que merece? En un barrio considerado ¨culto¨ como Russafa, el número de peluquerías/barberías quintuplica el de librerías, y si hablamos de bares, ni te cuento. Cierto es que, a día de hoy, en Amazon no te cortan el pelo ni te sirven un Splitz Aperol pero esta desproporción ya se daba incluso antes de la irrupción de los canales de venta digitales. ¿A qué crees que puede deberse?
Creo que Valencia tiene unas librerías fantásticas. El hecho de que sean menor en número que los bares o las peluquerías responde, entiendo, a las particularidades del tipo de negocio. Nuestro margen es mucho menor y el trabajo requerido es muy exigente. La demanda, obviamente, también difiere y es mucho más minoritaria.
Como negocio o inversión no es precisamente un chollo. Como medio de vida o actividad laboral, es muy estimulante pero es duro.
Incluso en países con mucha tradición libresca o lectora, con índices de lectura que nos barren, calculo que también hay más bares o peluquerías.
En una ocasión asistí, en la Biblioteca Pública, a una charla de una librera de Viena súper exitosa, con programa en la tele pública incluido. La panacea de las librerías, que pocas semanas después de abrir ya tenía a varias personas contratadas y a clientes llevándose los libros a pilas. Yo estaba fascinada. Parecía el paraíso de los libreros. Hacia el final de la charla, un compañero preguntó sobre la rentabilidad del negocio (imagino que tan flipado con los datos como yo). Su respuesta fue que, a veces, en algunos meses flojos como julio o agosto, los clientes y amigos con dinero ayudaban a sufragar las nóminas. Me pareció muy revelador. Incluso cuando te va bien o muy bien, hay meses flojos, vacas flacas y cuellos de botella. Nunca se te pasa ese “estar a la intemperie”, aunque aprendes a vivir con ello.
Y hablando de Amazon y los portales de venta online, ¿Cuál es el impacto que estos nuevos hábitos de consumo tienen sobre espacios de venta tradicionales como el vuestro? ¿De qué herramientas dispone el pequeño comercio en nuestros días para hacer frente a esta tendencia?
Es indudable que Amazon se ha llevado por delante la viabilidad de muchos negocios tradicionales. Y lo es también que la concentración de capital y de datos a esos niveles no es deseable y dibuja una sociedad que a mí me parece inquietante.
En el caso de las librerías, que es el que conozco, destacaría dos aspectos.
Por un lado, el sector del libro ha reaccionado fantásticamente bien a este reto y al compromiso desplegado por los lectores, que nos han sostenido durante un momento tan crítico como la pandemia.
Se han puesto en marcha webs y plataformas que igualan en eficacia el servicio y la distribución de libros de Amazon. El sector entero está volcado en revertir la tendencia Amazon y responder con la misma rapidez (que por lo visto es lo que manda) y con una variedad de títulos muy potente, poniéndose prácticamente a su altura en la capacidad de respuesta.
El precio del libro es fijo en España, afortunadamente, así que tampoco es cierto que en Amazon los libros sean más baratos.
Por otro lado, la vertiente analógica y de trato personal y presencial que tenemos las librerías, no se puede sustituir de ninguna otra manera (lo del Splitz, qué cierto). Y creo que es ahí donde podemos hacernos fuertes, donde tenemos algo que aportar que depende sobre todo de nosotras. Lo que pasa en las librerías -las redes y las sintonías, las conversaciones y los debates y, en definitiva, la presencialidad- no es sustituible por la compra-trámite que supone Amazon.
Os caracterizáis por ser un espacio especialmente activo en el que organizáis presentaciones de libros, conferencias y prestáis especial interés a dar cabida al torrente de nuevas publicaciones que mensualmente se van editando. Además de evidenciar vuestro elevado nivel de compromiso, ¿tiene ese esfuerzo una correlación proporcional a nivel de ventas?
Nosotros entendemos la programación como parte de un proyecto global que necesariamente tiene que ser sostenible. De otro modo tendríamos que cerrar y no habría tal proyecto.
Con esta premisa muy presente, procuramos armar una programación sólida y que nos parezca interesante. Del mismo modo que procuramos tener un fondo bien compuesto y bien gestionado o las cuentas claras o el local a pleno rendimiento.
Lo deseable es que la programación sea tan buena como rentable pero no son los criterios económicos los que la marcan. Si acaso para saber qué límites tenemos o hasta dónde podemos invertir, pero no para decidir el contenido.
Me atrevo a afirmar, por mi propia experiencia, que el negocio del libro no es, precisamente, de los más rentables que uno pueda imaginar. Ajustados márgenes, rotación comprometida, elevada competencia ¨online¨. Dentro del catálogo que actualmente tiene presencia en vuestra librería, ¿qué porcentaje supone aquél con el que, como lectora, te identificas? ¿Os veis obligados a tener ¨material de relleno¨ para satisfacer a público más generalista?
Ponemos muchísimo empeño, trabajo, tiempo y recursos en el fondo de la librería. Revisamos catálogos enteros de editoriales y distribuidores y armamos secciones y bibliotecas. Trabajamos demasiado para tener material de relleno. Así que no, no creo que lo tengamos.
Las novedades tienen otro protocolo y otro circuito y aquí puede haber algo más de margen, aunque también las escogemos a conciencia. Hay títulos puntuales que no solemos tener pero que traemos por encargo o en campañas concretas.
Así que sí, sí me siento plenamente identificada con los libros que nos rodean. Y menos mal.
Un hecho relativo al mundo del libro que me ha contrariado siempre es el intenso ritmo de publicación de novedades con que las respectivas editoriales inundan el mercado periódicamente. No teniendo tiempo material para ¨digerir¨ las obras que la perspectiva del tiempo ha consagrado como clásicos, ¿tiene sentido que se siga publicando al ritmo al que se publica? Durante el confinamiento aproveché para leer Los errantes, la novela de Olga Tokarczuk que tan buena crítica obtuvo de los medios, y me dejó tibio. Ya no te digo que antes hubiera que leerse a todos los presocráticos, pero pudiendo disfrutar de El libro de los pasajes de Benjamin o de En busca del tiempo perdido de Proust, si todavía no los has leído, ¿por qué dedicarle tiempo a , pongamos, un premio Planeta?
Esta pregunta me parece buenísima y creo que se habla poco de ello. Claro.
Empezaría por decir que sí, efectivamente yo también pienso que podría no publicarse nada más, pararse el mundo, y aún así tendríamos lecturas fundamentales para varias vidas. Y sí, a veces me pesa no haber leído grandes obras que tengo pendientes de toda la vida, por haber dedicado tanto tiempo a la literatura contemporánea. Pero por otro lado disfruto mucho leyendo a nuevas autoras o libros recientes, además de ser parte de mi trabajo.
Cierto también que constantemente se editan o reeditan clásicos con nuevas traducciones o análisis críticos. Es decir, las novedades no están reñidas con los clásicos, todo lo contrario.
En la charla sobre Dante que nos dio Josep Maria Micó, decía que cada época debía tener su propia traducción de los clásicos, realizadas desde una nueva perspectiva pero manteniendo la fidelidad al texto original. Él estuvo cuatro años trabajando en esta obra y la nueva edición es gloria bendita.
Por otro lado, creo que hay diferentes momentos para diferentes libros, diferentes grados o gozos distintos de lectura. Me parece fundamental tener un itinerario lector vinculado a esos libros clásicos de la literatura, el pensamiento o la historia. Y, al tiempo, se pueden intercalar novedades o libros más ligeros o no tan ligeros pero de otra índole.
En resumen: leamos ambas cosas, leamos de todo .
A la vulnerabilidad coyuntural a la que el pequeño comercio se ve abocado con las nuevas formas de comercio online, se le han incorporado las consecuencias derivadas de la reciente y todavía vigente pandemia que ha supuesto el cierre de espacios físicos con el consiguiente aumento de ventas y el fortalecimiento de su posición dominante de portales como Amazon. En tal escenario ¿crees que la respuesta de la Administración a la problemática del pequeño comercio ha sido eficiente? ¿Qué medidas crees que podrían haberse puesto en práctica para atenuar el impacto de la crisis?
Desconozco la problemática o situación de otros sectores, pero creo que a cualquiera que le obliguen a cerrar por razones sanitarias (o las que sean, como por ejemplo, un desfile o una ofrenda…) deberían indemnizarle. Más aún teniendo en cuenta que los autónomos, pequeños comercios o pymes, no disponemos, en general, de un colchón que nos permita perder facturación.
Cuestión aparte sería el acceso a estas ayudas. Por algún motivo, la Administración sigue siendo un inferno burocrático, sin que haya servido para nada, a estos efectos, la digitalización completa.
No puedo entender que la solicitud de ayudas se convierta en una gincana con callejones sin salida, y que te pidan veinte veces la documentación que obviamente tienen ya. Por no mencionar las dificultades que puede presentar todo este proceso infame para una señora mayor que tiene una paquetería, por ejemplo.
Este tema a mí me turba muchísimo por las desigualdades que creo que produce. Entendiendo que la Administración está para y por el ciudadano, no comprendo las carreras de obstáculos para acceder a algo que ella misma ofrece.
Si me preguntas en términos generales sobre el apoyo al comercio local, pienso que habría buscar medidas creativas de promoción y ayuda. Desde medidas fiscales hasta una nueva regulación del régimen autónomos (que es de risa en España) o campañas de visibilización, protegiendo al comercio no solo de pandemias y de Amazon, también del turismo homogeneizador o de las escaladas de alquileres.
Ahora nos damos cuenta de lo valiosos que eran los comercios tradicionales en nuestros barrios y ciudades, de cómo echamos de menos una tintorería o al zapatero, una panadería normal, una tienda tan preciosa como la tuya. De cómo cambia el paisaje urbano y las relaciones comerciales del barrio (que son también vecinales y emocionales) cuando todo son franquicias o multinacionales.
En nuestro caso concreto, pienso que el sector, muy confundido al comienzo del confinamiento, sí se ha sentido más o menos respaldado. Por las diferentes ayudas y, sobre todo, por el apoyo y el compromiso de los lectores, vecinos, clientes y amigos, tan rotundo y tan determinante que notamos menos que nadie el socavón que supone cerrar tres meses, e incluso acabamos el año aumentando ventas. Así que creo que nos sentimos privilegiados y agradecidos y con pocos motivos para quejarnos.
Por último, y asumiendo el cambio de paradigma en el que el comercio de barrio ya no somos como antaño imprescindibles para poner en contacto al productor con el consumidor, hecho este que justificaba su existencia, ¿ cuáles crees que son los retos y las claves para que tiendas como las nuestras puedan sobrevivir? ¿Más amor, o más pedagogía?
Ambas cosas: más amor y más pedagogía.
Amor a nuestro trabajo, a nuestro barrio, a los comercios de nuestro vecindario. Apostar por el valor que aportamos (ese que no se puede sustituir), seguir pensando, seguir inventando, crear un lugar de encuentro real (me vale cualquier mostrador, el de una ferretería también). Y en fin, distinguirnos en lo posible de las formas de macro comercio
Pedagogía para recordarnos el poder del consumo y de las decisiones que tomamos al respecto.
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