El blanco de España, un pigmento de carbonato cálcico de alta pureza, ha desempeñado un papel fundamental en la paleta de los artistas durante siglos. Los depósitos naturales de tiza son la fuente de este pigmento. Se distingue por su blanco neutro y su textura muy fina, lo que lo hace perfecto para una amplia gama de aplicaciones artísticas.

En la pintura, su principal uso es la preparación de imprimaciones para lienzos y tablas. Cuando se mezcla con cola animal o gesso, produce una superficie lisa y mate, ideal para la aplicación de pintura al óleo, temple o acrílico. Su capacidad para alisar y sellar el soporte garantiza una aplicación uniforme de la pintura, previniendo la absorción desigual y asegurando la longevidad de la obra.

El blanco de España también se utiliza como material de carga en pinturas al óleo, pasteles y acuarelas, funcionando como blanqueador y matizante. Al ser químicamente inerte, no interfiere con otros pigmentos, lo que permite crear tonos suaves y delicados sin modificar los colores originales. En técnicas de temple, por ejemplo, facilita transiciones sutiles y aporta luminosidad gracias a su opacidad y capacidad para reflejar la luz de manera difusa.

En dibujo, el blanco de España se usa en lápiz de tiza y pastel, donde su consistencia fina y sedosa permite trazos suaves y detalles precisos. Mezclado con aglutinantes como aceite de linaza o agua, da lugar a una textura cremosa que facilita su aplicación sobre superficies preparadas.

No se limita a los medios tradicionales, también es apreciado en el fresco, donde aclara colores y mejora la cohesión entre las capas de pigmento y el yeso húmedo. En todas estas técnicas, el blanco de España, con su pureza y suavidad, ofrece una base luminosa que potencia la expresión artística y asegura la perdurabilidad de las obras.